Lingüistas
Mario Benedetti
Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y afines, la hermosa taquígrafa sus lápices recogió y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
¡Qué sintagma!
¡Qué polisemia!
¡Qué significante!
¡Qué diacronía!
¡Qué exemplar ceterorum!
¡Qué Zungenspitze!
¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ''Cosita linda".
De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
¡Qué sintagma!
¡Qué polisemia!
¡Qué significante!
¡Qué diacronía!
¡Qué exemplar ceterorum!
¡Qué Zungenspitze!
¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ''Cosita linda".
FIN
https://www.youtube.com/watch?v=Jx9tJchImfc
El Otro Yo
Mario Benedetti
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiw2NykZa_YVCJK-TUx2E2o_8F0ZKKazrDXX7xvV_LEfbDtnI121wCvqSTqhE37pChOPXlL3BooC6zD4B5WGcOdZrUfRWvYcGpQqYyZghjWZagFqstIlzRiDhIcDCLmyof4fPiScrBtfH0/s320/el+otro+yo.jpg)
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.
Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
FIN
https://www.youtube.com/watch?v=viy7duA0uuk
Cuentos recuperados de http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/benedett/mb.htm - 22 de noviembre de 2015
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5gpKkCBf3i8x1XtlzXnsK65TQYA4-VFWUU66Xi-_uRxQS02ticW8SmlwuFF2VP0jQgA37m1P8Uo3aQ3x6FzGPF5SdHsMmTSstlsVVI3Ilmi8gjofYwvoepZQRs6cY7_ISnHjUBkhQl_I/s320/Despistes_y_franquezas.jpeg)